3 de julio de 2012

Joseph Merrick

Placenta (I)
Placenta (II)

---------------------------------------

Placenta (III)

Levanto pesadamente los párpados. Entonces se suceden unos pocos segundos en los que me encuentro totalmente confusa: ¿Dónde estoy? ¿Qué demonios acaba de pasar? ¿Sigo soñando? Me miro las manos. Cinco dedos en cada una. Abro el libro. «Y creyendo que quería jugar, lo empujó suavemente...» Sonrío aliviada.

Sólo ha sido un sueño, sigo en mi habitación. No ha pasado absolutamente nada desde que me he dormido, y lo más seguro es que nunca vuelva a tener un sueño lúcido si no es que lo he decidido de antemano. Chúpate esa, Irma.

La niña siniestra de mi reflejo no está por ningún lado, pero necesito cerciorarme de que de verdad no estoy soñando. Esta vez realmente me da igual volver a mirarme al espejo, ya me espero cualquier cosa, y después de lo sucedido ya he superado la visión grotesca de la niña. Si esto resulta ser otro sueño, volveré a dormirme. O a despertarme. Y así hasta que vuelva al mundo real. No será tan complicado. Me acerco cautelosamente al espejo.

Suspiro. Soy yo. Sólo yo. Me miro fijamente a los ojos, inspecciono cada centímetro de mi piel de cerca. Tengo el número correcto de ojos, orejas, dedos y demás. Esto no es un sueño... Me siento tan aliviada ahora mismo que me tomo la libertad de ignorar el escalofrío que me recorre la espalda. Me muevo tan sólo unos centímetros para arreglarme el pelo, todavía encarando el espejo, y ahí está ella. Justo detrás de mí, agarrándose la cara, gritando sin gritar y mirándome sin mirarme.

Esta vez ni chillo ni me asusto, me limito a desesperarme y proferir un sonido lastimero y patético. No entiendo nada de nada, ¿estoy soñando otra vez o me he vuelto definitivamente loca? Tengo que hacer algo para acabar con esto, cualquier cosa... Giro sobre mi eje para tratar de encarar a la niña y acabar con ella de una vez por todas. Y cuando me dispongo a agarrarla por su frágil cuello y sacudirla con todas mis fuerzas, me doy cuenta de que no está. Pero esta vez no volverá a engañarme, empiezo a comprender su juego. Ladeo la cabeza y, de reojo, la veo justo detrás de mí. ¿Cómo se ha movido tan rápidamente? ¿Cómo es posible que no lo haya visto? Me vuelvo a girar. No está. El espejo me muestra que vuelve a estar a mi espalda. Emito un gruñido de rabia. Comprendo entonces que no importa cuantas vueltas dé, ella siempre estará detrás de mí, como una sombra, silenciosa pero siempre presente.

Todo esto es culpa de Irma. Si no me hubiera propuesto probar esto con tanto entusiasmo ahora no me encontraría en esta situación. Seguro que sólo quería tratarme como a una cobaya y usarme para comprobar si este tipo de terapia podía funcionar. Seguro que sabía que esto iba a pasar desde el principio, y sólo me ha ayudado a hacerlo para que escarmentara de una vez. La odio tanto en estos momentos... Pero no pienso seguirle el juego.  Ni a ella, ni a la niña siniestra. No voy a comprobar si sigo en un sueño, no voy a tratar de despertarme abriendo y cerrando los ojos mientras digo una frase autosugestiva, no voy a dormirme de nuevo para ver si cuando despierto mi vida ha dejado de ser un sueño, no voy a seguir preguntándome qué es real y qué es tan sólo fruto de mi imaginación.

Furiosa, agarro las llaves . Al salir de casa, cierro con un portazo.

1 comentario: